El Nuevo Diario - page 21

Viernes 8 de junio de 2018
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Las leyendas siempre tienen parte de verdad y parte de mito. Hay historias
que se repiten de generación en generación y que siguen fascinando.
Esta es una compilación de las más conocidas del pueblo huarpe
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e cuenta que Pismanta, el
cacique más recordado por
su bondad, nunca pudo
aceptar la llegada al Valle de
Tulum de los conquistadores. No
tenía espíritu guerrero, pasaba
largas horas a la orilla del río pes-
cando para alimentar a los suyos
o simplemente mirando la gran-
deza de la montaña, alabando a
la Pachamama.
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Un día los dioses le anunciaron lo
que ocurriría en ésta su tierra.
Sintió que esos extranjeros se
quedarían para siempre y que ter-
minarían con su raza. Su dolor
fue incalculable y el valiente dio li-
bertad a sus instintos bravíos
pues no podía soportar la idea de
ver su tierra y su raza pisoteada
por el español.
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Una y otra vez se enfrentó a los
soldados castellanos cuyos pe-
chos parecían reflejar el sol
cuando venían en frente de bata-
lla. Pero también una y otra vez
vio diezmadas sus tropas y muer-
tos a sus propios amigos.
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Luego, esos mismos soldados
contra quienes luchaba, no sólo
se apoderaron de la tierra sino
que también lograron conquistar
algunos de los suyos. Para ese
entonces el cacique Angaco, se
les había unido. En ese momento,
Pismanta tomó la decisión que
daría origen a la leyenda.
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Para no seguir siendo humillado
por los conquistadores, para que
los usurpadores no osaran rozar
su figura de Señor Huarpe y ver-
dadero dueño de las tierras y
mucho menos que menoscabaran
su condición de cacique, se retiró
hasta un lugar llamado Angua-
lasto. Allí, en una cueva que casi
nadie conocía, se encerró con
toda su familia a esperar la
muerte.
Leyendas y mitos huarpes
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Dicen, los antiguos del lugar, que
luego de unos días se escuchó un
fuerte temblor acompañado de un
estruendo. Una gran grieta se
abrió en la roca que sellaba la ca-
verna y por ella comenzó a fluir
un hilo de agua caliente. N arran
algunos, que esas aguas que bro-
tan son las lágrimas del cacique.
Calientes porque brotan del cora-
zón mismo de la tierra, que aco-
gió en su seno a tan ardiente
defensor de su raza. Además son
continuas como una queja silen-
ciosa y constante que nos re-
cuerda que allí quedó un valiente
que prefirió dar la vida antes que
traicionar a sus ideales.
Fuente:
Manual de Historia Digital
de la Fundación Bataller;
Tarde-
croaste.wordpress.com/2012/11/2
3/cultura-huarpe-leyendas/
Pismanta, las
lágrimas de un cacique
Huazihul, cacique
huarpe de Catalve
Cacique Pismanta en Angualasto.
E
ste relato corresponde al año
1632. “Huazihul” era el cacique
de los huarpes del valle de Ca-
talve (más tarde de Calingasta).
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Había sucedido a Huayquil a su muerte.
Éste le había legado su vivienda en el
cerro “El Alcázar”. Otros núcleos huar-
pes se hallaban instalados en los valles
de Zonda, Ullum, Tulum, Angualasto, Já-
chal, Pie de Palo y Valle Fértil. Los huar-
pes de Catalve habían canalizado las
exiguas aguas de los ríos Castaño, de
los Patos y Catalve para el regadío.
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Los jefes de las tribus que habitaban
Ullum, Zonda, Tulum y Angaco citaron
un consejo general para tratar el grave
problema ocasionado en Catalve, que
los había despojado del agua tan indis-
pensable para el riego y para la sed. Ese
año la sequía afectaba los sembrados y
se pronosticaba una tremenda catás-
trofe. El consejo general aprobó una ex-
pedición que se dirigiera a Catalve para
que se soltase el agua por las buenas o
las malas si Huazihul no entendía razo-
nes. No hubo entendimiento. Se desató
entonces una lucha dura y sangrienta.
Los huarpes de Catalve fueron vencidos
por el ejército integrado por la liga de tri-
bus. Huazihul se defendió con un valor
que produjo admiración y su sector
quedó triunfante. Finalmente se firmó
un acuerdo de paz.
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Los españoles se apoderaban de los
indios para hacerlos trabajar en las
mitas argentinas o chilenas y enco-
miendas. Sus mujeres y sus hijos que-
daban desamparados. Huazihul luchó
contra esa inhumana y arbitraria me-
dida. El cacique de Angaco que le
tenía resentimiento por lo ocurrido an-
teriormente, indujo a las autoridades
españolas residentes en la ciudad de
San Juan de la Frontera, a reducir al
valiente Huazihul. Así fue como el
maestre de Campo, corregidor y al-
calde Diego de Salinas, con ayuda de
algunos indios de Angaco, se preparó
para terminar con la desobediencia de
Huazihul.
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El militar español al frente de su ejér-
cito penetró en Catalve incendiando
las chozas y matando infinidad de in-
dios. Huazihul lo enfrentó con valor y
denuedo. Los españoles tenían la ven-
taja de sus arcabuces. El combate fue
impetuoso y tuvo numerosos muertos
y heridos. Huazihul se retiró con los
hombres de su guardia hasta “El Alcá-
zar”. Los españoles dirigidos por Sali-
nas los imitaron pero los peñascos
que les arrojaba Huazihul desde lo
alto, terminaron con la vida de muchos
atacantes.
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Huazihul disparó certeros flechazos a
Salinas pero resultaron infructuosos
por la coraza del guerrero. Poco des-
pués, el jefe huarpe arrojó su arco y
acometió con valor y furia sin igual,
con su masa de algarrobo, a Salinas
que se defendió con su espada.
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En este duelo Huazihul despedazó la
rodela del capitán hispano pero fue
herido de muerte. La sangre esforzada
del caudillo salpicó las peñas del
cerro. En aquel combate por los dere-
chos del ser humano quedó grabado
para siempre el nombre de Huazihul
en la historia de Cuyo.
(1)
(1)
“Cuyo”: del quechua, “vasallos
de los monarcas del Cuzco”.
Extraído del libro “Leyendas y supersti-
ciones sanjuaninas”, de Marcos de Es-
trada, Editorial Tucuma, Argentina, 1985.
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