El Nuevo Diario - page 28

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Viernes 8 de junio de 2018
El fundador y
la vitivinicultura
F
rancisco de Aguirre fue uno
de los primeros en comen-
zar las labores de la vid en
Chile y su primera cosecha se da
por 1551 en Copiapó. Por parte, su
yerno Juan Jufré, radicado en el
Valle del Maipo en 1554, produciría
tintos en cantidades considerables y
según algunos historiadores chile-
nos es el verdadero padre de la viti-
cultura en el país trasandino. Plantó
las primeras vides en la zona central
de Chile en una encomienda en
Ñuñoa y MacuI que recibiera de la
Corona Española en pago a sus ser-
vicios durante la conquista. Hay es-
critos de la época que permiten
establecer que en 1560, ya expor-
taba al Perú vinos elaborados en
dicha zona. A estas alturas ya los
cronistas especializados de la época
alababan la fertilidad de los suelos,
el vigor de las plantas y la calidad de
los vinos de Chile. La viña Cousiño
MacuI, la que implantó Juan Jufré,
es el plantío de viñedos más antiguo
de Chile y en un principio se dedicó
a la producción de vino de misa para
pasar a exportar a Perú.
En el país, si bien las primeras vides
se implantaron en Santiago del Es-
tero, Jufré las introdujo en Mendoza
y San Juan iniciando la vitivinicultura
en Cuyo.
Según el Archivo de Indias, la Co-
rona había decidido que quienes vi-
nieran a estas tierras trajeran
plantas de viñas y olivos.
Las parras y el vino llegaron desde
Europa. Los trajeron los conquista-
dores en su afán de aclimatar los
cultivos de su propia tierra. Para los
españoles el vino era importante
tanto para las celebraciones profa-
nas como para las liturgias de la reli-
gión católica. Aún así no le fue fácil
imponerse. Durante muchos años
sostuvo una lucha para desplazar a
las bebidas autóctonas, como la chi-
cha, que hasta principios del siglo
XIX seguía siendo más popular que
el vino. Otro competidor importante
para el vino procedía de la misma
uva: el aguardiente, que se producía
en las regiones que por ser más so-
leadas, daban una vid más dulce.
La cepa que llegó desde Europa fue
la denominada País, la misma que
en México y California recibió el
nombre de Misiones, porque se cul-
tivaba entre otros lugares en los pre-
dios de las misiones religiosas.
Hacia 1750 ya numerosos habían
plantado viña. Se comenzó a fabri-
car vino casero, que no prosperó
debido a lo dificultoso del traslado
hacia la costa del Atlántico, que se
hacía a lomo de mula y a que el Ca-
bildo de Buenos Aires controlaba
severamente su venta, no para lu-
char contra el alcoholismo sino para
favorecer la venta de los vinos es-
pañoles.
Para Patricio Tapia, el más célebre
conocedor y crítico de caldos chile-
nos de las últimas generaciones, co-
menta que el vino era
“probablemente muy malo. Las con-
diciones de vinificación eran muy
paupérrimas. Lagares contamina-
dos, vasijas de guarda de materia-
les no muy adecuados,
fermentaciones a temperaturas ex-
tremas, con una materia (uvas)
poco cuidadas.
Todos esos detalles, deben haber
dado vino con una acidez volátil alta
coca y nariz a vinagre) y con aro-
mas y gustos no del todo deseables.
Pero tras estos problemas estaba
una fruta crecida en excelentes con-
diciones climáticas por lo que, en el
fondo, si se les prestaba atención,
esos vinos vinos no eran del todo
descartables o, al menos, que resul-
taran aceptables en una época en
que la enología era una actividad
empírica”. Esta historia es más o
menos la misma hasta mediados del
siglo XIX.
verso tonelaje, más bien pequeño,
aprovechándose la buena calidad de
las maderas nobles de grandes dimen-
siones.
Hay constancia de tres naos construi-
das allí. Con esas explotó el comercio
marítimo tanto a lo largo de las costas
de Chile como en el Perú. Una de las
expediciones que organizó, a cargo del
marino Juan Fernández, descubrió una
ruta inusitada para el viaje desde el
Perú y el avistaje de islas e incluso al-
gunos historiadores afirman que fue el
que descubrió Nueva Zelanda.
lll
Si bien Jufré logró amasar una más
que importante fortuna, no dejó gran
herencia. Una explicación de esto
puede ser que en su residencia de
Santiago era común que alojara expe-
diciones enteras y en su mesa a la
hora de la comida, no extrañaba que
grandes grupos fuesen invitados.
Murió en Santiago en 1578 y sus res-
tos fueron enterrados en la Iglesia de
Santo Domingo.
Su casamiento
por poder
J
ufré se casó en 1559 en Lima,
Perú, con Constanza de Mene-
ses, muerta por 1591, hija de
Francisco de Aguirre y María de Torres
y Meneses.
Juan Jufré se había emparentado con
Aguirre por puro empeño, ya que
cuando Jerónimo de Alderete fue a Es-
paña por encargo de Pedro de Valdivia
para conseguir mercedes y títulos,
Jufré le dio encargo de casarse por
poder, como decía el documento, con
“cualquiera de las hijas de Francisco
de Aguirre que fueren doncellas... si es
que no están desposadas o han hecho
voto en algún monasterio de vírgenes
perpetuas”.
De las tres hijas españolas de Aguirre,
la mayor, Constanza, dijo que sí inme-
diatamente a la primera propuesta de
matrimonio con el novio desconocido
que le mandaba recado desde las In-
dias, dejando a sus dos hermanas sol-
teras por toda la eternidad.
De su matrimonio tuvo 8 hijos:
l
Juan Andrés Jufré de Meneses,
sacerdote.
l
Ana María Jufré de Meneses
,
monja abadesa
l
Eufrasia Jufré de Meneses,
monja
l
María Jufré de Meneses,
matrimo-
nio con Diego de Guzmán y Galindo
l
Cándida Jufré de Meneses,
matri-
monio con Francisco de Zúñiga Arista.
l
Baltasara Jufré de Meneses,
ma-
trimonio con Pedro Miranda de Rueda
l
Luis Jufré de Meneses,
matrimo-
nio con María de Santibáñez de los
Ríos
l
Geracina Jufré de Meneses,
ma-
trimonio con Francisco de Gaete y Es-
trada
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FUNDACIÓN DE
SAN JUAN
EL LUGAR DONDE NACIÓ...
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