Juan Carlos Bataller
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Pero sería recién a mediados de los años ’70, cuando comenzaría el es-
plendor político de Moreno. Y todo fue muy rápido.
Por aquellos años, Santos Guayama tenía en jaque a la policía lugareña
y la sombra de Domingo Faustino Sarmiento dominaba la escena polí-
tica sanjuanina.
La política provinciana, necesariamente, comenzaba a encolumnarse
entre dos corrientes opuestas muy poderosas, una nacional, que repre-
sentaron primero Nicolás Avellaneda y Alsina y que luego tendría como
jefe máximo al general Julio Argentino Roca.
La otra corriente era producto del histórico localismo sanjuanino y que
reconocía como referentes al coronel Agustín Gómez y a otros goberna-
dores de la época, como Anacleto Gil y Rosauro Doncel, conocidos como
“los regeneradores”,
que finalmente terminó alineada con Roca.
El gran salto
En 1875, la gobernación interina de Faustino Espínola designa a Moreno
ministro de Hacienda y Fomento.
A nadie extrañó que un tenedor de libros fuera designado en Hacienda.
Como tampoco extrañó que el gobernador siguiente, Hermógenes Ruiz
lo confirmaría en el cargo un año después.
En aquellos años, el poder lo ejercían unos pocos. Había un “elenco
estable” que aparecía con todos los gobiernos.
Pese a su modestia y su bajo perfil, la ascendente carrera de Moreno se-
guiría sin inconvenientes. En 1877 fue diputado provincial, al año si-
guiente, convencional constituyente y poco después, fue designado
ministro de Gobierno.
Y acá se produce el gran salto de Moreno.
Precisamente, la Constitución de 1878
crea el cargo de vicegobernador,
inexistente hasta la fecha.
Gobernaba San Juan el coronel Agustín Gómez y Moreno considera que
tenía tras sí una trayectoria como para aspirar al flamante cargo de vi-
cegobernador.
Renuncia entonces como ministro de Gobierno y presenta su candida-
tura.
El grupo gobernante en ese momento, al que denominaban
“la argolla”