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verso, en cambio, en el silencio de los desplazados, si
afinás el oído, escucharás la voz, la razón de la vida”.
D
espués nos fuimos a lo de don Rosas, un
bodegón de la feria. Comimos unos bifes a
caballo, bien regadito con un barbera y, a
las cinco de la mañana, nos fuimos para las casas.
El aire, tibio, estaba poblado de olores; de vez en
cuando nos toriaba un perro. Las primeras jardineras
con verduras llegaban a la feria. Empezaba un nuevo
día...
Nosotros, en la noche, habíamos ganado otro.
Al poco tiempo nomás, ya Dojorti era Buenaventura
Luna. La Tropilla de Huachi Pampa hacía roncha en
Buenos Aires y en Maipú 555, Radio El Mundo, a las
20.30 hs., se cortaba el tránsito de esa cuadra. La
gente, apiñada, escuchaba la tropilla y la voz grave,
profunda y sentenciosa de Don Buena.
Peregrinación a Huaco
C
uarenta años después, con unos amigos fui a
Huaco. Quería visitar, conocer los pagos
del gran bardo, del folklorólogo más intenso
de nuestra patria.
Vi los trigales de la Pampa del
Chañar, la policroma e increíble Cuesta de Huaco,
con mis manos acaricié las venerables maderas del
Molino Viejo. Vi los alfalfares y las cantarinas ace-
quias. Las viejas huaqueñas “de pobre rebozo negro
y antiguo credo cristiano” eran las mismas que cantó
el poeta. Algún viejo, curtido y apachangado, ca-
lentaba sus huesos en la solana del rancho y era
como una estampa escapada del Fogón de los Arrie-
ros.
Sí, indudablemente Don Buena había sabido ver y
sentir el pueblo. Todavía está como él lo cantó y, estoy
seguro, cuando pasen los años y toda realidad haya
cambiado, seguirá existiendo el Huaco que Dojorti
pintó. Porque, en definitiva, los hombres, las costum-
bres pasan y el arte perdura, vence al tiempo.
Al último fuí al cementerio, donde, a la sombra de un
algarrobo el poeta descansa. Tomé la foto que publi-
camos y en memoria del amigo y vate hice un soneto,
que dedico a su memoria y permanencia en la savia de
lo popular.
Oración en Huaco
Aquí está el bardo en su quietud sonora, en su valle
cantado está dormido.
Al final su cansancio ha conseguido la paz completa y
la brillante aurora.
Le brinda el algarrobo, protectora su sombra y el
calor de un alto nido y le cuenta el zorzal en su silbido
todas las cosas que el poeta añora.
Yace en la tierra quien de tierra fuera; pura tierra de
canto y acre vino, dulce tierra de acequia y sementera.
Aquí cumple Don Buena su destino: Vivir por siempre
como él quisiera, en su Jáchal, su Huaco y su molino.
Buenaventura Luna, nombre artístico de Eusebio de Jesús Dojorti
(1906 Huaco (San Juan), Argentina-1955) fue un periodista, músico,
compositor, poeta, libretista y conductor de radio, y político argen-
tino, de gran influencia en la música folklórica de Argentina. En la
década de 1930 dirigió varios grupos musicales folklóricos, entre
ellos La Tropilla de Huachi Pampa, uno de los primeros en tener
éxito masivo, integrado entre otros por Antonio Tormo y Diego Ma-
nuel Canales. A fines de la década de 1930 condujo El fogón de los
arrieros, el primer programa radial de música folklórica de alcance
nacional. Entre sus canciones más conocidas se encuentran
"Zamba de la toldería" (con Oscar Valles y Fernando Portal) y "Va-
llecito". Su obra cumbre ha sido considerada Sentencias del Tata
Viejo.
es.wikipedia.org/wiki/Buenaventura_Luna
Eusebio de Jesús Dojorti
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