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–No, no voy a hacer nada.
–¿Estás leyendo algún libro y querés terminarlo?
–No, es un feriado “sanitario”.
–Por más “feriado sanitario” que sea, podés arreglar el jardín de
tu casa, pintar la habitación de los chicos…
–Andááá…
Este diálogo se puede multiplicar por cientos de miles.
Y los Juan pueden ser obreros o empleados, profesores universi‑
tarios o escolares.
Punto.
Dejemos de lado la famosa gripe y las ventajas o no de que
nadie trabaje, algo en lo que no se ponen de acuerdo los presun‑
tos entendidos.
En un país donde se postergó
“para después de las elecciones”
la gravedad de la situación sanitaria, los aumentos de tarifas en
los servicios o los cambios en el gabinete,
todo es relativo, poco
creíble y hasta grotesco.
Pero lo que sí es digno de análisis es el evidente desamor a las
responsabilidades.
De pronto pareciera que no trabajar o no estudiar o no asumir
responsabilidades es una gran cosa.
Que no hacer nada es como alcanzar un
orgasmo de felicidad
.
Y que quien gobierna tiene la potestad de dar francos y feriados
como si fueran privilegios de mandarines.
El “sindicato” de los que odian el trabajo tiene cada día más
adeptos.
Es como si una nueva cultura hubiera desplazado definitiva‑
mente a aquella que trajeron nuestros abuelos inmigrantes.
Aprovechando esa nueva cultura, se sostienen políticos, gre‑
mialistas, ideólogos y hasta padres de familia.
Se llega al extremo de escuchar expresiones como:
–Es injusto que se les de feriado a los estatales y no a los pri
Juan Carlos Bataller