125
tuamente.– decía Mariano.
Y completaba la idea:
–Una pareja es la suma de dos personas que tienen entre sí al‑
guna correlación, analogía o semejanza y “dispareja” viene de
dispar que significa ser diferente o lo contrario a otra cosa.
–Una disparidad puede ser la edad–
insistió Federico.
–De acuerdo, una pareja en la que uno de los integrantes tenga
30 años más que el otro puede ser despareja. Pero también
puede ser la pareja de un gordo y una flaca, de un alto y una
petiza, o referirse al temperamento desigual de la pareja, como
que él sea muy serio y ella muy alegre, o ella parca en el hablar
y el extremadamente locuaz, o que haya marcadas diferencias
culturales o sexuales. La pregunta que entonces mucha gente se
hace es ¿Cómo pueden ser atraídas y felices personas dispare‑
jas?
–¿Qué pensás vos?
–La respuesta está en los intereses. El enamoramiento suele ser
más rápido, más emocional y menos racional. Un día se dan
cuenta que poseen intereses comunes que les hace compartir
momentos, trabajos, lugares, lecturas, películas, comidas, senti‑
mientos religiosos, diversiones, formas de ser, objetivos…
–Yo leí el artículo de un psicólogo español que decía que es más
frecuente la separación de las parejas “normales” que las pare‑
jas “disparejas”. En ambos casos es la falta de intereses comu‑
nes lo que produce las rupturas.
De pronto salió un ejemplo:
el caso de Javier.
–Lo de Javier fue al revés de los de Susana Giménez.
–¿Cómo fue?
–Javier es un abogado de 60 años. Hombre de posición econó‑
mica sólida, titular de un estudio que factura muy bien y con al‑
gunos problemas de salud que le preocupan.
–¿Qué pasó con Javier?
La cena de los jueves