112
con mucho temor. Pensábamos alojarnos en un hotel pero al
final estuvimos parando en la casa de los chicos. Y los vimos fe‑
lices, afectuosos, contentos de recibirnos, viviendo sus vidas…
Esto nos dejó muy tranquilos.
–Un final feliz…
–En ese momento supimos con Marisa que habíamos recupe‑
rado a un hijo y que era más importante su felicidad que nues‑
tras ideas, temores y convicciones…
–Me alegro que hoy estés tranquilo.
–Esto es lo que me permite hoy contarte esta historia, algo que
jamás habría podido hacer antes de viajar a San Francisco…
Un taxi se llevaba a Ignacio hacía su hotel mientras yo esperaba
el siguiente. Una pregunta se me enredó en el alma:
–¿Cuántas historias así nos rodean sin saberlo? ¿Cuántos Ig‑
nacios, Marisas y Lucas viven entre nuestros amigos?
Subía al taxi.
Desde la radio del auto escucho cantar a Serrat:
La familia, los amigos, me presionan a diario
No me queda otro camino que mudarme de este barrio
Juan Carlos Bataller