Las Malvinas
son argentinas
Sr. Director:
Los argentinos debemos celebrar
que por fin la Comisión de Límites
de la Plataforma Continental (CLPC)
de las Naciones Unidas aprobara la
petición para la demarcación de los
alcances de nuestra soberanía en el
Atlántico Sur, que obviamente in-
cluye a las Islas Malvinas.
Según leí en varios medios de co-
municación, la aprobación por parte
de este órgano científico, integrado
por 21 expertos internacionales y
creado por la Convención de la ONU
sobre el Derecho del Mar, constituye
un hecho histórico que reafirma los
derechos de soberanía de Argentina
en una zona política, económica y
estratégicamente tan importante
como el Atlántico Sur.
También es para festejar que la
CLPC adoptara por consenso, sin un
solo voto en contra, las recomenda-
ciones sobre la presentación argen-
tina.
Realizada en abril de 2009, la peti-
ción incluía el límite exterior de la
plataforma continental de todo el te-
rritorio argentino, incluido el conti-
nental y la Antártida argentina, pero
también las Islas Malvinas, Georgias
del Sur y Sandwich del Sur, hoy bajo
dominación británica. Esto significa
que Argentina aumentó en un 35%
el lecho y el subsuelo marino bajo su
soberanía, ya que incorpora a su
plataforma 1,7 millones de kilóme-
tros cuadrados.
Patricia López
Viernes 1 de abril de 2016
32
Sr. Director:
En un reciente artículo en
La Nación (03/03/16), Héc-
tor Masoero formula una
pregunta interesante, im-
portante y polémica:
¿Gra-
tuidad universitaria es
sinónimo de igualdad?
Te-
nemos fuertes evidencias
para afirmar que, efectiva-
mente, la gratuidad de la
educación superior no es si-
nónimo de igualdad. La-
mentablemente por sí sola
la gratuidad de los estudios
universitarios no garantiza
la igualdad…
Si bien la gratuidad no
iguala, cualquier meca-
nismo de arancelamiento de
la educación aumenta auto-
máticamente la desigual-
dad. Un arancel, aun
cuando esté acompañado
de programas de becas,
constituye un problema adi-
cional para quien ya tiene
que sortear otros muchos
escollos para estudiar,
desde una preparación defi-
ciente en el secundario a
muchas horas de viaje para
acceder al aula. Pagar un
arancel puede representar
una molestia mínima para
quien dispone de recursos,
pero representa una traba
mayor para quien debe re-
alizar trámites para ser ex-
ceptuado. Más aún, la
exención del pago implica
someter al estudiante a un
escrutinio de su contexto
social y económico que, al
no ser universal (sería sólo
para “pobres”), promueve
más desigualdad.
Detrás de las propuestas de
arancelamiento de la educa-
ción hay líneas de razona-
miento que apuntan a una
suerte de justicia distribu-
tiva: paga el que tiene y
quien usufructúa el servicio.
Es frecuente escuchar de
parte de quienes promue-
ven el pago de aranceles un
argumento muy efectista: “el
impuesto que pagan los po-
bres cuando compran leche
financia la educación de los
ricos que, frecuentemente,
fueron a escuelas privadas
muy caras”. Aceptar ese ar-
gumento tiene un trasfondo
ideológico muy fuerte aso-
ciado a dos cuestiones. Por
un lado implica asumir que
la educación superior es un
bien individual, no social. La
formación universitaria hace
mejor a los individuos pero
también a la sociedad de la
que forman parte. La vida
universitaria es (o debería
ser) una escuela de pensa-
miento crítico y de valores
asociados a, por ejemplo, la
solidaridad y el compromiso
ético… Por otro lado, se
cuestiona la financiación de
la educación a partir de im-
puestos. La educación,
según este enfoque, debe-
ría solventarse con el aporte
directo de quienes la reci-
ben (considerando incluso
programas de becas para
quienes no pueden pagar).
Detrás de esta visión se
percibe un cuestionamiento
a la función del Estado en la
redistribución de recursos y
en la definición de políticas.
En la propuesta de cobrar
aranceles en las universida-
des pueden identificarse
otros problemas más suti-
les. Incorporar un meca-
nismo de pago directo
produce, en algún grado, la
“mercantilización” de la edu-
cación. Mercantilizar un ser-
vicio, como lo muestran
Michael Sandel y Debra
Satz, puede modificar su
naturaleza y cambiar a los
que participan de la transac-
ción… Por supuesto que la
educación paga existe y
provee servicios que algu-
nos valoran. Pero, ¿la esen-
cia de la Universidad
pública, autónoma y co-go-
bernada; heredera de la Re-
forma de 1918; se
mantendría si fuera arance-
lada? Estoy convencido que
no.
José
Paruelo
P
rofesor
titular de la
Facultad de Agronomía de
la UBA e investigador
superior del CONICET
C
artas
del lector
Clemencia
para los
incompasivos
Sr. Director:
Cada día son más las personas que no tie-
nen compasión de nadie, que viven para sí
y por sí. Quizás por ello, el Papa Francisco,
en su mensaje para la Cuaresma 2016,
nos haya instado a los creyentes a desper-
tar en la conciencia: “muchas veces aletar-
gada ante el drama de la pobreza, y para
entrar todavía más en el corazón del Evan-
gelio, donde los pobres son los privilegia-
dos de la misericordia divina” (
ibíd.
, 15).
Ciertamente, deberíamos tener clemencia
hasta de nuestras propias habitaciones in-
teriores, máxime cuando hacemos bien
poco para contribuir a la fraternización del
mundo. No podemos hermanarnos desde
nuestro pasotismo, desde nuestro dejar
hacer y nosotros no hacer nada, pues
todos tenemos la oportunidad de construir
otro planeta más equitativo.
Al respecto, estos datos que nos hablan de
almas: “la riqueza de 62 personas es simi-
lar a la de 3.800.000.000 de individuos”.
Además, aunque hayamos celebrado re-
cientemente el 50º aniversario de la adop-
ción de los Pactos Internacionales de
Derechos Humanos, la riqueza de los más
pobres del mundo disminuye cada día
más. Cuando parece que lo sabemos todo,
aún no hemos sabido, querido o podido,
redistribuir e injertar trabajo decente y pro-
ductivo para todos, para que se pueda pro-
mover la autorrealización humana, y no la
autosuficiencia como algunos predican
como borregos.
La compasión, saludable a toda vida, ya
que antepone siempre las necesidades de
los pobres a las nuestras, y, en consecuen-
cia, precursora de la ecuanimidad, cuando
menos debe hacernos recapacitar. Quien
camina por la vida sin tener lástima y sin
compartir, aparte de que jamás estará bien
consigo mismo, difícilmente se va a acer-
car a nadie para ofrecer ayuda concreta.
CARTAS A
EL NUEVO DIARIO
Usted puede hacernos llegar sus
cartas de las siguientes formas:
Por fax:
a los teléfonos 4212441 -
4213658 o 4215056.
Por e-mail
a la dirección:
Personalmente,
en
Santa Fe 236 (O) - Capital
Las cartas no deben exceder de
las 20 líneas. El Nuevo Diario se
reserva el derecho de resumirlas.
Aquellas que se refieran a perso-
nas en particular deben ser acom-
pañadas por fotocopia del
documento de identidad del remi-
tente.
Víctor
Corcoba Herrero
Escritor
¿El arancelamiento de la
Universidad aumenta la igualdad?
Sr. Director:
Considero que de alguna manera se le
debe poner coto a esta violencia social
que lleva a que sea destruido todo lo
que está en la vía pública y nos perte-
nece a todos los ciudadanos, que
somos los responsables de su cuidado
y también los beneficiarios de los servi-
cios que estos elementos prestan. Pun-
tualmente me refiero a la rotura de
semáforos en Rivadavia, pero también
a la destrucción de juegos infantiles en
las plazas, de basureros, de carteles in-
dicadores o imágenes de próceres o
vírgenes, entre otras cosas.
Hace poco estuve en Buenos Aires y
pude comprobar cómo han cambiado
los trenes. En lugar de los viejos, sucios
y pintarrajeados vagones, los ciudada-
nos hoy viajan en trenes modernos,
confortables y que mantienen en exce-
lentes condiciones.
Siempre me pregunto ¿qué lleva a una
persona a destruir algo que es su bene-
ficio? ¿Es un llamado de atención hacia
los gobernantes y la sociedad? Y si es
así ¿no podrán encontrar otra manera
que no termine perjudicándolos a ellos
también?
Realmente es lamentable que San Juan
no nos duela a todos, que no tomemos
conciencia de la necesidad de resguar-
dar, cuidar y proteger todos aquellos
elementos ubicados en la ciudad que
nos brindan grandes beneficios.
María García
Destruyeron lo que es de todos