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la Angelina Jolie que los de Brad Pitt. Y a ella les pasará al
revés.
Consulté a una amiga, quien intentó una explicación.
—La sociedad está cambiando. Estamos en tránsito hacia algo
distinto. Vamos de una sociedad donde la célula básica era la
familia a otra donde el centro es el individuo. Las salidas de
hombres o mujeres solos tal vez sea un síntoma de ese cambio
e indique que los integrantes de la pareja quieren rescatar sus
espacios individuales.
Otra amiga, más feminista ella, expuso su punto de vista:
—¿Hace cuántos años que la mujer comenzó a salir a cenar
con amigas? ¿Diez años? ¿Veinte? Los hombres siempre salie‑
ron a comer con amigos mientras la mujer quedaba en la casa.
Para ustedes nada cambió. Lo nuevo es que también salgan
mujeres solas.
Pero las cenas de los jueves son algo más que encuentros de ma‑
chos adictos a embriagarse hablando de tonterías.
Por más que haya toda una avanzada tendiente a que el ser hu‑
mano sea un animal sedentario, ocupante de un sillón y simple
receptor de lo que le llega a través de la televisión o Internet,
estoy convencido que no podrán doblegar su vocación dialo‑
guista.
A través del diálogo el hombre se descubre y descubre los secre‑
tos de la humanidad.
Quien imagine a un investigador, a un periodista o un escritor
en la asepsia de un laboratorio, se equivoca.
Ningún laboratorio brindará la sabiduría que proporciona un
grupo de amigos que reúna distintas profesiones, distintas ex‑
periencias de vida, diversas edades.
Pero atención. Para que realmente funcione esta receta para ad‑
quirir sabiduría, es indispensable agregar una buena comida
La cena de los jueves