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—Seguro que no lo gastaría en una mesa como ésta hablando
de los temas que siempre hablamos.
—Volvería a fumar.
—Sacaría un crédito de 50 mil pesos y me iría de farra.
—Yo invertiría los 50 mil pesos en la Graciela Alfano.
Pero pasado ese primer momento jocoso, alguien comenzó a ha‑
blar en serio.
—Yo haría un viaje con mi mujer y mis hijos, tratando de
pasar el mayor tiempo posible juntos—,
dijo Pepe.
—Pero… ¿les dirías a ellos que te quedan quince días de
vida?—,
le preguntó Miguel.
‑No, porque en ese caso el viaje sería un velorio.
—Y si no les decís… ¿qué te hace suponer que tu vida sería
diferente a la de todos los días? Los chicos querrían hacer su
vida, tu mujer te haría los mismos planteamientos que te hace
habitualmente…
—Sí no se los decís sería como las últimas vacaciones que las
pasaste discutiendo con los chicos porque volvían de los boli‑
ches al amanecer…—, opinó Carlos, médico de profesión y
cuentista por vocación…
De pronto uno de los amigos –creo que fue Rolando‑, encontró
una alternativa diferente al tema.
—Si yo pudiera elegir qué hacer en esos quince días, al menos
cinco quisiera utilizarlos en charlar con mi viejo que murió
hace diez años.
—Ah… si pudiéramos volver atrás yo también opto por volver
a estar aunque sea unas horas con mis padres—, dijo otro
amigo.
—En ese caso más que conocer lugares nuevos yo optaría por
volver a vivir los momentos que fueron más importantes en
mi vida.
—¿Por ejemplo?
La cena de los jueves