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siempre, si comparten un desayuno sin azúcar, un almuerzo sin
aderezos, una película aburrida, una música sin sonido. De
pronto el gris se vuelve multicolor, aparecen las fichas que
arman el rompecabezas, hasta las flores de plástico inauguran
perfumes.
Recuerdo que en aquellos días estaba de moda una canción de
Arjona.
Justamente ahora irrumpes en mi vida
con tu cuerpo exacto y ojos de asesina
tarde como siempre nos llega la fortuna
tú ibas con él, yo iba con ella
jugando a ser felices por desesperados
por no aguardar los sueños, por miedo a quedar solos
pero llegamos tarde
te vi, me viste, nos reconocimos enseguida
pero tarde, maldita sea la hora
que encontré lo que soñé, tarde…
tanto buscarte por las calles como un loco
confundiendo amor con compañía
y ese miedo idiota de verte viejo y sin pareja
que hace escoger con la cabeza lo que es del corazón.
Tres meses más tarde Ricardo, mi amigo, volvió con la noticia.
–Chelo volvió a su casa.
–¿Acaso lo dejó la novia?
–No. Pero no podía continuar enloqueciéndose con las presio‑
nes de sus hijas, de sus hermanos, de muchos de sus amigos,
La cena de los jueves