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—Estuve 3 meses preso, me trajeron a Lima y la moto quedó
casi en la frontera. Estuve detenido con 30 guerrilleros. Re‑
cuerdo que traían la comida en tachos de 200 litros, esos de
aceite. Venían los pollos hervidos y de color negro, podridos.
Logré safar, me dejaron en libertad y me dijeron “puede seguir
el viaje”.
—Imagino que te habrás ido rapidito…
—No, les dije no me vuelvo a la Argentina sin la moto que
quedó en la frontera. “Se la mandamos después”. No, métame
preso de nuevo pero tráigame la moto. O me quedo acá o la
moto se va conmigo”. Estuve cinco días más preso, me la traje‑
ron, no le faltaba nada, la embarqué hasta Ezeiza de ahí a Aero‑
parque y desde allí a Las Chacritas, donde me esperaba mi
viejo.
—O sea que a las Guayanas no llegaste. Todo terminó en
Perú...
—En ese primer intento a la Guayana no llegué. Pero pasaron
tres años y me digo “voy por el desquite” y en Córdoba me re‑
galaron una Puma 98. Aguiar Arancibia, el cardiólogo,
me dice llevatela. La armé, la empecé a probar, me iba al cerro
Blanco, con un tipo pesado atrás para ver si aguantaba y
cuando consideré que estaba, me presenté en el Diario Tribuna
de la Tarde y dije “voy por el desquite a las Guayanas por otro
camino”.
—¿Qué año era?
—Con la 48 fue en el 78 y en la Puma en el 82. Partí con cien
pesos y agarré por Chepes, Serrizuela, Córdoba.
—Pero con cien pesos poco podrías hacer…
—Iba pidiendo plata. Empecé con un reportaje en la frontera, en
Uruguayana y en Porto Alegre otros reportajes. Y la gente me
ayudaba. Y cuando llego a Curitiba me filma la TV Globo, que
es como decir Crónica TV acá, se ve en todos lados. Eso me faci‑
litó pues cuando llegaba a cada pueblo ya me conocían y esto es
muy importante.
—¿Cómo seguiste?
Juan Carlos Bataller