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La respuesta es sencilla.
Estoy seguro que lo que será ese año 2035 depende de lo que hagamos
hoy.
Para que nos entendamos más fácilmente: supongamos que quiero ir a
Mendoza. Estoy en el punto de partida, sobre la ruta 40.
Internet me dice que la distancia en línea recta entre las ciudades de San
Juan y Mendoza es de 154.78 km, pero la distancia en ruta es de 173 km.
A las velocidades permitidas debo demorar entre 2 y 2,25 horas. Subo
al coche y parto, siempre por la ruta 40.
Cuarenta minutos más tarde veo un cartel que dice “Talacasto”. Con-
sulto con el GPS y me dice que estoy a 225 kilómetros de Mendoza.
¿Qué pasó?
Sencillamente, me equivoqué de dirección. En lugar de ir hacia el sur
viajé hacia el norte.
En la vida de los pueblos pasa lo mismo. Pero a diferencia con el ejemplo
del viaje en el que nuestros errores los podemos enmendar con una de-
mora de una hora y media y un consumo mayor de combustible, los
errores en las decisiones que se adopten hoy lo pagarán durante muchos
años cientos de miles de comprovincianos.
Gobernar una sociedad no es un oficio fácil. Además, no es para cual-
quiera aunque alguno puede pensar así analizando el nivel de los aspi-
rantes a dirigentes.
La historia de San Juan ha sido una constante de avances y retrocesos.
San Juan, por esa tremenda bisagra que significó el terremoto de 1944,
no tuvo un crecimiento lineal. El balance final es producto de ese flujo
y reflujo. Hay aspectos en los que podemos estar orgullosos de lo lo-
grado. Y otros en los que el resultado es lamentable.
Cuando me planteé el desafío de pensar el San Juan que tendríamos
dentro de 25 años advertí algunas realidades:
1
– La carencia de un ámbito de debate para un tema tan importante
como este. A lo sumo hay pequeños encuentros donde generalmente no
se llega a conclusiones o se numeran una serie de objetivos fácilmente
compatibles pero sin propuestas de ejecución. Y esto ocurre tanto en ni-
Juan Carlos Bataller