la_cena_de_los_jueves2 - page 185

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JONES
acompañara a lo de mi hermano Victoriano,
distante dos cuadras de mi casa, para
almorzar allí. Hallábame en ese momento
departiendo con mis amigos, los señores
Bustos y Santis, estaban en mi casa. Por ese
motivo le dije al gobernador que enseguida
iría. En el automóvil iban a la izquierda el
doctor Colombo, en el centro el señor
Meglioli y a la derecha el doctor Jones.
Frente al doctor Colombo, al lado del
chauffeur Heard, iba el secretario, señor
Bianchi.
Nos despedimos ya y cuando el coche reini-
ciaba la marcha, vi que de la puerta del
billar salía un hombre, y apuntando su
arma, hizo un disparo y enseguida otro. Me
pareció que era Tobares. El coche en mar-
cha hizo un trayecto de diez metros y un
viraje cerrado a la derecha.
Simultáneamente sentí varias descargas
cerradas que acribillaron el coche del
gobernador. La brusca maniobra precipitó
al automóvil contra el puente de la acequia
que da frente a la casa de la familia Guerra,
situada frente a la casa de Miranda.
Ya no tenía armas, el coche quedó detenido
alcanzando antes de que esto ocurriera, a
ver la mano del doctor Colombo, que empu-
ñaba una pistola y hacía fuego. Atiné a
entrar a mi casa, para salir de nuevo. Ví al
señor Bianchi que se cubría con el automó-
vil, parapetado detrás del coche, intentando
hacer fuego, fallándole el arma.
El doctor Jones al sentir la descarga excla-
mó: “¡No tiren más, bárbaros... que ya estoy
herido de muerte”! y el señor Meglioli solo
pudo decir: “¡A mí... no...!”.
Volví a entrar de nuevo a mi casa, mientras
los asesinos seguían haciendo fuego.
Comprendí que mi ayuda era inútil y en mi
desesperación pude darme cuenta de que los
ocupantes del coche habían ya muerto. Pero
de pronto, huyendo, entró el chauffeur
Heard, que no se cómo se salvó.
Los asesinos siguieron haciendo disparos.
Después me han contado que algunos se
acercaron al coche para descargar sus
armas. El ensañamiento de los victimarios
duró largo rato y se retiraron luego festejan-
do su hazaña.
L
a gente de los alrededores, al sentir
los disparos, sobrecogióse de pánico.
Y los que estaban en locales públicos
cercanos desaparecieron, para no comprome-
terse.
Una señora, la de Sánchez, me dice luego el
señor Agüero, fue la primera que dando voces
llegó hasta el coche. El doctor Colombo,
caído entre los cadáveres de sus infortunados
compañeros y a quien le dispararon dos tiros
de gracia que le destrozaron el sombrero de
paja que llevaba, salió entonces del coche y
se refugió en la viña de los señores Montoya.
A todo esto el señor Bianchi se había refugia-
do en la casa de la familia Guerra. Los dos
estaban heridos.
D
e los primeros en llegar al sitio del
suceso fue el señor Rosselot, con
varios particulares, que comproba-
ron el fallecimiento del doctor Jones y del
señor Meglioli. Los asesinos se habían retira-
do uno por la calle hacia el sur, otro por los
fondos, entre las viñas.
La noche ha entrado ya. El señor Agüero me
invita a entrar en su casa, donde me obsequia
gentilmente, mientras su hermana la señorita
Diomisia Agüero, me corrobora los detalles
que he transcripto.
(Esta nota fue publicada en el diario La Nación, de
Buenos Aires, el jueves 8 de diciembre de 1.921)
En aquel año 21, Villa Krause comenzaba a tomar las características de un centro
poblado que con el correr de los años crecería mucho. Esta fotografía muestra el
momento de inauguración de la escuela Domingo Faustino Sarmiento en 1915.
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