HISTORIAS CONTADAS CON DOS DEDOS - JUAN CARLOS BATALLER

Historias contadas con 2 dedos 99 presumir que existían otros elementos que no podían dejarse de lado. Porque ¿era lícito llegar a la conclusión de que un personaje activo pre- juiciado, conocedor de las debilidades del ser humano pero al fin de cuenta intelectualmente modesto y sin carisma personal, como Licio Gelli, había sido capaz de montar un mecanismo de esas dimensiones y complejidad? ¿Podía haberlo hecho sin que detrás de él y a un nivel mucho más elevado hubiera otro –u otros– personajes? En Italia siempre se habló de poder oculto y poder oficial. Y es com- prensible, aunque no se acepte, que así sea si se tiene en cuenta la com- plejidad de la sociedad peninsular. Los italianos creen en todo y no creen en nada. Han visto y oído tantas cosas, han observado pasar tanta agua por el Tiber, que pocas cosas pueden apasionarlos o desilusionar- los. O tan siquiera sorprenderlos. ● ● ● ¿Acaso la mafia siciliana no jugó un activo papel en favor de los alia- dos en el final de la Segunda Guerra Mundial y fue reconocida por aquéllos? ¿O no es cierto que la Libia de Kadafi, sospechada y acusada de propiciar y financiar al terrorismo de extrema derecha y extrema izquierda italianos posee acciones en el Fiat, que es la mayor empresa del país? ¿O quizás alguien duda que la mafia y la camorra se dedica- ban al contrabando y venta de cigarrillos, la trata de blancas, la extor- sión al comercio y la industria y el negocio de la droga? ¿Es necesario o no negociar con los grandes «boss» de la mafia para ganar las elec- ciones en Sicilia? ¿Alguien puede ignorar que en Nápoles la camorra es ya el principal empleador? ● ● ● No, nadie puede ignorar que la economía y la política italianas son más complejas, llenas de vericuetos y sorpresas. Lo extraño es que todo puede funcionar en armonía y el país gozar de un alto nivel de vida, de libertad, de democracia. Una armonía que solo se rompe cuando esta- llan los escándalos. Cuando las fuerzas políticas buscan nuevos reaco- modamientos, intentan ganar nuevas posiciones. Y quizás sea así porque todos tienen perfectamente en claro que el «juego del escándalo» es lícito siempre y cuando no se llegue a un punto de ruptura. ese in-

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