HISTORIAS CONTADAS CON DOS DEDOS - JUAN CARLOS BATALLER
Historias contadas con 2 dedos 97 sidente de un banco sino también quien presidirá un congreso o una muestra filatélica. Y es por eso que palabras como «clientelismo» o «loteo» del poder son típicas del lenguaje político peninsular. Francesco Alberoni, editorialista del «Corriente della Sera» se pregun- taba en un artículo si no sería precisamente por ese dominio de lo polí- tico que algunos haya sentido la necesidad de formas de solidaridad no políticas, no partidista. ● ● ● Pero mientras en los Estados Unidos los clubes –piénsese en el Rotary o en los Leones– tienen gran influencia, en Italia no alcanzan significa- ción. El verdadero núcleo económico y político de las sociedades norte- americanas, el club, en Italia no existe. Y las instituciones no pueden trasplantarse. ParaAlberoni, otro factor que pudo determinar la afiliación a la P-2 puedo haber sido la necesidad de un ritual, de un pacto jurado, de una simbología sacra capaz de cementar la voluntad. El mundo –sostiene– no existe solo una necesidad infantil de sociedades secretas sino también una profunda necesidad de solidaridad y de seguridad en una sociedad donde la com- petencia es tremenda y en el cual nadie se puede abandonar completa- mente. Los partidos italianos, en su gran mayoría, han perdido mucho de sus bagajes de ideales, no exigen sacrificios ni militancia ni siquiera dedi- cación. No aseguranmás el cálido sentimiento de fraternidad que tuvieron en sus orígenes. Son cada día más asociaciones competitivas. ● ● ● La logia, la «hermandad», ofrecían aparentemente a los incautos adhe- rentes la cuota de protección y apoyo que se necesita en una sociedad donde el poder de una persona en la lucha política se mide en base a una invulnerabilidad ante los escándalos. a la P-2, en resumen, se podía adherir por los motivos más dispares. Desde hacer buenos negocios a complotar; desde una necesidad de so- lidaridad y seguridad hasta para escalar más rápidamente posiciones en los partidos, en las empresas, en la función pública. Pero la existencia de la P-2 estaba indicando claramente un síntoma social que, incapaz
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