HISTORIAS CONTADAS CON DOS DEDOS - JUAN CARLOS BATALLER

Juan Carlos Bataller 90 las oficinas de éste en la empresa GioLe, de CastelFibocchi, ambas en la espléndida región toscana. Aparentemente se trataba de un simple operativo de rutina tendiente a investigar las posibles conexiones que existían entre el banquero y Gelli y su logia. O quizás no era así. Porque en la vida política italiana nada es fortuito. Los escándalos nacen, se desarrollan, amenazan despedazar al país… y mueren. ● ● ● Siempre movidos por intereses y objetivos políticos. Los escándalos constituyen un elemento fundamental, agotador y muchas veces revi- talizante en la lucha por el poder. El expediente no sólo lo utilizan los partidos de la oposición contra el gobierno o el gobierno contra la opo- sición. También recurren a él los partidos que integran una misma coa- lición para desgastar a sus «socios» y hasta sectores enfrentados de un mismo partido. Para muchos observadores, el escándalo constituye un deporte nacional de los italianos. Pero es justo reconocer que éste es uno de los pocos pa- íses donde los trapos sucios se lavan a la luz del día. Y quien no sabe hacer las cosas o no tiene el suficiente poder o habilidad para encontrar una solución políticamente potable que le permita salir del problema en que se metió –o lo hicieron caer–, paga. Así sea el mismo presidente de la República, como le ocurrió a Giovanni Leone, en el sonado «escándalo Lockheed». ● ● ● Pero en este caso no se trataba de un escándalo más. Al abrir una valija que contenida documentos, los magistrados advirtieron que habían des- cubierto algo más grande de lo que esperaban. Apareció una lista de 962 afiliados a la logia masónica «cubierta» P-2, documentos relacionados con los más sonados escándalos de los últimos tiempos, nombres de personajes de países –entre estos Argentina– elementos que probaban exportaciones clandestinas de capital, operaciones financieras ilícitas, chantajes. De pronto otra Italia, subterránea, secreta, amenazante, había salido a la luz. Los italianos, siempre adeptos a las definiciones rimbombantes, no du- daron en calificarlo «el escándalo de los escándalos». Un caso que do-

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