HISTORIAS CONTADAS CON DOS DEDOS - JUAN CARLOS BATALLER
Juan Carlos Bataller 62 agregado y secretario de la nunciatura en Lituania y Suiza en 1938 hasta consejero de la delegación apostólica en Estados Unidos entre 1947 y 1950. Ya como monseñor fue designado nuncio apostólico en Colombia. Luego desempeñó el cargo de secretario de la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios y en 1959, el papa Juan XXIII lo nombró miembro de la comisión preparatoria del Concilio Vaticano II donde también participó entre 1962 y 1965. Samoré era cardenal presbítero desde el 26 de junio de 1967, recibiendo el birrete rojo y la titularidad de la Basílica de Santa María Sopra Mi- nerva. En 1967 fue elegido presidente de la Comisión Pontificia para América Latina. Asistió a la primera asamblea ordinaria del Sínodo Mundial de Obispos, en la Ciudad del Vaticano, en 1967. Luego se desempeñó como prefecto de la Congregación para la Disci- plina de Sacramentos y en 1874 asumió como bibliotecario y archivista de la Iglesia Católica y a fin de ese año como obispo titular de la sede suburbicaria de Sabina y Poggio Mirteto con lo cual se convirtió en car- denal episcopal. ● ● ● Con ese hombre de pequeña figura tuve no menos de diez charlas entre diciembre de 1980 y febrero de 1982. Desde el 24 de diciembre de 1978 había sido designado representante papal especial ante Argentina y Chile para la resolución pacífica del con- flicto limítrofe entre ambos. Y realmente cumplió su papel evitando una guerra inminente entre dos países eminentemente católicos gobernados por dictaduras militares. Su acción encaminó a Chile y Argentina hacia el Tratado de paz y amistad. En esas vísperas de la Navidad de 1978 pronunció la recordada frase: “Veo una lucecita de esperanza al final del túnel”. ● ● ● La primera vez que ingresé a la Santa Sede, ya como corresponsal de Clarín, fue el 12 de diciembre de 1980. Ese día el Papa recibió a ambas delegaciones para comunicarles su primera propuesta, la que había sido
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