HISTORIAS CONTADAS CON DOS DEDOS - JUAN CARLOS BATALLER
Juan Carlos Bataller 52 —Mi papá, Alfredo, murió en 1917, cuando yo tenía 19 años. Por esa fecha también murió Alfredino, mi hermano. Y yo, con 20 años, quedé a cargo de mi madre. —¿Cómo comenzó con los automóviles? -Yo comencé construyendo máquinas de precisión y recién en 1.946 me inicio como constructor de automóviles. ● ● ● Una noche, cenando con periodistas amigos me contaron que a pesar del éxito en las carreras y la extraña atracción que ejercía sobre quienes le rodeaban, Ferrari era un hombre triste y solitario, golpeado por la vida en el flanco más débil de cualquier ser humano: la familia. A su primer hijo, Dino, ingeniero, le diagnosticaron una enfermedad dege- nerativa e incurable: atrofia muscular progresiva. Dino murió en 1956 a los 24 años causando un intenso dolor en Ferrari. Desde entonces Enzo visitaba todas las mañanas la tumba de su hijo antes de ir a trabajar. ● ● ● Recuerdo el final de la charla. -Le deseo muchos éxitos este año. aunque usted siempre ha tenido éxitos. -No se equivoque. En la vida he perdido todo: mi mujer, mi hijo Dino, la primera fábrica, la juventud, la buena vista, la pasión por las mujeres, muchas carreras y muchos coches. Casi le diría que me siento culpable de haber sobrevivido. De cualquier forma, no se si es bueno ser exitoso en Italia. Detrás del éxito hay algo terrible. Los italianos lo perdonan todo: a los ladrones, a los asesinos, a los corruptos, menos el éxito.” Enzo Ferrari murió en Módena el 22 de agosto de 1988, a los 90 años. Aquella tarde en Maranello, quedaría para mi como un momento má- gico. El día que mientras se presentaba la nueva Ferrari 1.981 de fórmula 1, don Enzo charlaba en una oficina sobre el abuelo de un joven corres- ponsal.
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