HISTORIAS CONTADAS CON DOS DEDOS - JUAN CARLOS BATALLER
Juan Carlos Bataller 40 Se irritaba con facilidad, se peleaba con el corrector y dijo que no iba a seguir colaborando. Algo pasaba. Pero debía dejar que él lo dijera. Había aprendido a cono- cerlo. Pasaron dos meses sin Rufino y un día, un gran poeta, amigo común, —el “Chiquito” Jorge Leónidas Escudero—, vino a la redacción. Aunque quizás nunca le pidió Rufino la intermediación, traía un men- saje. —rufino te recuerda con mucho afecto. —Y yo lo quiero como a un padre. —¿Sabés porqué se fue enojado? —Lo imagino pero decímelo... —Ya había dicho todo lo que tenía que decir. no quería repetirse. no quería escribir por compromiso. Y no sabía cómo decirlo... —Lo imaginaba. ● ● ● Pocos meses después murió Rufino Martinez. Su obra mayor está en las páginas de El Nuevo Diario. Conociendo su pensamiento sería absurdo pedir que una estatua o una calle recordara su nombre. Pero qué bueno sería que las nuevas generaciones leyeran esos escritos. Si eso ocurre, ahora o dentro de cincuenta años, yo sé que ese joven que quizás aún no ha nacido, dirá, lo estoy oyendo: —acá existió la literatura; acá se hizo periodismo. acá estuvo el hom- bre.
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