HISTORIAS CONTADAS CON DOS DEDOS - JUAN CARLOS BATALLER
Juan Carlos Bataller 36 ticas soy un analfabeto”. Después abandonó los libros para trabajar como boyero, “porque en mi casa hacía falta”. Fue lustrabotas, canillita, peón de albañil. Hasta que un día en el año 30, cuando tenía 15 años, se abrazó con su madre, anudó un bulto de ropa con un pañuelo grande y se subió a un tren carguero que salía para Mendoza. Así viajó, como polizonte, junto a tres crotos que iban a la cosecha. Pero al llegar a Mendoza, Rufino comprobó que el tren no paraba en la ciudad. Sus compañeros de viaje aprovecharon que el convoy aminoraba la marcha y se arrojaron. Rufino siguió para San Juan. al llegar a Media agua divisó los simétricos verdegales de los parra- les. el, que venía de una zona de sequía, vientos, cardos rusos y are- nales, al ver ese verde, milagro del hombre y el agua, se emocionó hasta las lágrimas. Y fue entonces cuando aquel chico de quince años supo que había en- contrado su presentido maná. ● ● ● Acá comenzó como peón de cocina en un restaurante llamado La Mo- risca. Luego fue mozo en La Chiquita, La Cosechera y El Águila. Hasta que en el 39 empezó a trabajar por su cuenta. En el 40, formó parte de la agrupación cultural Refugio. Desde ese mo- mento estuvo en contacto con la cultura. Y de tantas charlas, de tantos vinos compartidos, de tanto asombro cotidiano, fueron surgiendo los poemas, las reflexiones que hicieron este Martínez, uno de los puntales más altos de nuestra literatura. Paralelamente trabajó de mozo, incursionó en la minería, vendió abonos pero, por sobre todas las cosas, se bebió la vida, absorbió su savia, aprendió a mirar el horizonte, a deslumbrarse con las noches estrella- das, a descubrir el alma de los personajes que caminaban a su lado. Y un día se encontró ante un papel con un lápiz en la mano. Y supo lo que era atormentarse buscando la palabra justa, la metáfora precisa. Rufino fue el hombre que durante su gestión en el gobierno de Américo García, organizó la tarea cultural en San Juan. Era un hombre de ideas y de acción. Pero también un bohemio capaz de compartir horas de charlas y vino con Jorge Leónidas Escudero,
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