HISTORIAS CONTADAS CON DOS DEDOS - JUAN CARLOS BATALLER

Juan Carlos Bataller 16 versidad estudiaron? ¿de dónde venían sus conocimientos? Después de haber andado mucho, encuentra una sola respuesta: se au- tohicieron. No había otra forma de hacer las cosas. Aquellos inmigrantes no tenían ni los medios para hacerlo de otro modo ni la cultura de mirar para afuera. Todo lo hacían acá. Y con el sello: bien sanjuanino . ● ● ● Porque, fíjese lo que son las cosas. Aquel joven de veinte años aprendió de don Francisco todo lo que supo después de grandes maestros del mundo. Pero aprendió, además, que la semana del periodista tiene siete días. Que el día del periodista tiene 24 horas. Que la esposa del periodista es distinta de la mujer del banquero o de la del comerciante. En definitiva aprendió que el periodismo no es un oficio ni un trabajo: es, simplemente, una forma de vida. Aprendió, también, que todo puede ser efímero. Las noticias, el cansancio, la juventud, el día, la noche, los gobiernos, los poderes. Que el periodismo y la empresa periodística son –deben serlo- la misma cosa. ¿O acaso hay dos códigos de vida? Pero para que periodismo y empresa periodística sean lo mismo hay que ponerles todo adentro: familia, bienes, historias personales. Y que hay cosas que la universidad no puede enseñar. ● ● ● En aquellas clases prácticas, la mayoría de las veces mudas, se apren- dían técnicas de marketing moderno con un par de jeeps blanco y negro que recorrían la ciudad. Se estudiaba el mercado creando uniones veci- nales. Se inducía la lectura, enseñando a leer y escribir con nuevos mé- todos a gente que nunca había tenido acceso a la educación formal. Se generaban nichos de mercado con los clasificados y los fúnebres. Y se aprendía que no hay notas serias o livianas, que todas las secciones, desde el editorial, al deporte, la vida social o los policiales, deben tener

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