HISTORIAS CONTADAS CON DOS DEDOS - JUAN CARLOS BATALLER
Juan Carlos Bataller 12 lo que quisieras. Una hora después estaba en la redacción ante una Olivetti, tecleando con dos dedos. Escribí, escribí y escribí. Y luego llevé el trabajo a Kirby. Lo leyó de un tirón (“este sabe lectura rápida”, pensé recordando cursos muy en boga por aquellos años) y dos minutos después me devolvió el papel. —Mirá pibe. aun no sos periodista pero podés serlo. Me han gustado algunas figuras que hiciste sobre la fería como “es un lugar que siem- pre parece sucio aunque esté limpio” o “la eterna disputa entre la se- ñora que quiere que el dinero le alcance hasta fin de mes y el productor que defiende el valor de su trabajo”. Si te la querés jugar, vení a la redacción cada vez que quieras… A partir de ese día mi vida pasó por la redacción del Cuyo, con excep- ción de las tres horas que destinaba a hacer análisis químicos en la em- presa de mi padre, mi única fuente de ingresos. • • • Mi padre me miró como diciendo “es un metejón pasajero” pero sólo dijo: —hacé lo que te parezca. es tu vida. Pero hagas lo que hagas, procurá siempre hacerlo bien. Le dije que la ingeniería no era para mi, que me había inscripto en la Católica para cursar Abogacía pero que independientemente de que me recibiera de abogado, lo que me gustaba era el periodismo. Así comenzó lo que sería mi profesión para toda la vida. En realidad más que una profesión o un oficio, una forma de vida que se nutría de la realidad y se traducía con mi herramienta de trabajo: los dos dedos índice que son los únicos que utilicé y utilizo para escribir.
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