QUE HICISTE CON TU VIDA - TOMO IV

94 Juan Carlos Bataller yo pintaba un poco como pintamos, o como pintan, los arquitectos. Una cosa muy ordenada, muy equilibrada porque la arquitectura es una dis- ciplina ordenadora. La disciplina sirve para ordenar funciones. La pin- tura, según la entiendo, es más desordenadora. Él me ayudó a perderle el respeto reverencial que a veces te toma delante de una tela. —¿Viviste un tiempo en Paris también? —Sí. Me fui por unos meses y me quede casi un año. Yo me había con- vertido, de la mano de esta persona de la que te hablé y con estas ex- periencias en un, digamos, un impresionista abstracto si querés. Esto de tirar baldes de pintura sobre la tela y en el piso, y pintar con una escoba. Cuando de pronto llego a Paris, dije no voy a venir de decirles cómo se hace expresionismo veinte años después… Tuve una gran cri- sis respecto a dónde estoy, quién soy. Yo tengo que pintar lo que yo soy. Estuve sin pintar durante muchos meses, expectante y un día, yo vivía justo frente a Notre Dame, descubrí que hice un dibujo de la ca- tedral, que es divina, y abajo puse la Difunta Correa y lo llamé “Notre Dame de la Difunta Correa”. Ese fue el click interno. —¿Y tus colegas franceses que decían? —A todos les parecía bizarro este tipo de cosas pero hice mi primera exposición individual allá y ahí volví de lleno a la figuración. Y cuando volví a San Juan, el primer cuadro que pinté se llamó “El duende de la siesta”, que era un carneo en un racho de Valle Fértil. Como que retomé ahí. Y durante diez años trabajé sobre mitos y leyendas de San Juan. —Cuando uno se va de San Juan descubre un mundo distinto. Cuando regresa ya no es la misma persona que se fue. Gente que ha vivido la experiencia dice es como que se hubiera quedado sin ciu- dad. Sin embargo, vos te integraste rápidamente… —En un principio me pasó que volví a mis viejos amigos y sentí eso que decís. Yo era otra persona. A pesar que los quiero advertí que somos distintos, que tenemos distintas vivencias y experiencias. Así que tuve como que reconstruir, digamos dejar a los que estaban y construir nuevos amigos. —Ya no estaba el flaco Pineda —Sí estaba, el flaco ha muerto hace poco. El flaco era uno de mis puntuales.

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