QUE HICISTE CON TU VIDA - TOMO IV
160 Juan Carlos Bataller —¿Y dónde estuvieron? —Dentro del helicóptero. Metidos detrás porque los plexi de adelante se habían roto. Estábamos en un cubículo muy chico y el piso era una de las puertas. Entonces había uno de nosotros tirado en el piso. Íba- mos rotando porque era el lugar más cómodo, y los otros dos ha- ciendo equilibrio sentados sobre los asientos delanteros, agarrados con el cinturón de seguridad de uno de los hombros. La posición fue complicada. Eso fue lo más complicado de todo, soportar tantos días. —¿Qué comían? —No teníamos hambre, teníamos sed. Era desesperante la sed, la al- tura te deshidrata y a pesar del frío estábamos desesperados de sed. —¿No podían comer nieve? —La nieve no te quita la sed. O sea, primero derretíamos con velas. Teníamos un tarro de esos de duraznos en almíbar, lo poníamos media hora y quedaba un sorbito para cada uno. Salíamos a orinar dos veces por día y cuando salíamos a orinar de paso juntábamos nieve en bolsa y masticábamos nieve, ya al final no había otra. —¿Pero si en vez de haber sido nueve días hubiesen sido veinte?, ¿qué hubiera pasado? —Los hubiésemos soportado porque llevábamos comida, dentro de los 100 kilos de carga, aparte de ropa. Yo no los dejé llevar a alcohol, venían con unas damajuanas. Y después me decían de todo porque entre medio de la ropa llevaban una caña Legui, ¿se acuerdan esa fa- mosa?, y de sorbito a sorbito nos duró un día. —“Bajame la caña, Carlos”, esa era la publicidad. —Sí, exacto. Nos duró un día nada más, un manjar. A mí no me gus- taba la mortadela y ellos llevaban una bocha y para mi hoy no hay manjar más rico que la mortadela. —No podían prender fuego, ni nada, todo ahí adentro. —No y mirá cómo sería el frío que la tapa del tanque de combustible quedó para arriba pero no nos daba tiempo a sacar combustible ni a intentar nada por el frío. Nos queríamos meter ahí adentro, que estaba muy frío igual. Adentro tiritábamos pero afuera era imposible. Hasta
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