QUE HICISTE CON TU VIDA - TOMO III
129 Qué hiciste con tu vida que años después me recibí de arquitecto. Entre el estar haciendo es- pacio con cartones y tablas en el fondo de casa con mis otros dos her- manos, a convertirme en un hacedor de casas en la realidad fue como un proceso continuo de formación. No me di cuenta cuando me recibí, cuando hice mi primera casa y cuando llegué a ser profesional. —Ese fue un cambio en lo humano importante, pasar de tener una familia a estar solo. —Sí, muy importante y además muy enriquecedor porque el despe- garse de los padres muchas veces es muy doloroso pero es muy for- mador. Te consolida como un tipo que te tenés que bancar solo. Y eso me pasó a mí. Yo llegué acá un primero de febrero de 1967 y el día dos empezaba el cursillo preuniversitario para estudiar arquitectura. Me sorprendió San Juan. Me maravilló la Avenida Rawson, que fue por donde entramos. Me maravillaron los árboles, realmente era mágico estar en una ciudad tan linda. —Has visto que la memoria tiene por ahí alguna falla, pero le vamos dando las cosas más apetecibles, las que quedan. Yo recuerdo esa avenida con la parrillada Sportsman frente a Don Bosco, los camio- nes que hacían ruido, y largaban humo cuando pasaban y estába- mos todos contentos. —Cuando uno llega a un lugar que no conoce plantea la cosa de acuerdo a cómo su percepción del lugar le va indicando. Yo venía con mi madre y con Regino Domínguez, un hermano de vida que tuve, que ahora vive en México. Veníamos todo ese grupo a hacer el desem- barco. Tomamos por Rawson y le metimos al norte, creyendo que esa avenida era el eje de entrada a la ciudad. Entonces nos imaginamos que la ciudad quedaba para el lado del norte, de Jáchal. Llegamos a Villa América y ahí nos orientaron que no, que para allá no era el cen- tro, sino para el otro lado. Eso nos sirvió para recorrer estas diez, doce cuadras y quedar maravillados por su arboleda, su boulevard y por cómo se usaba. Y así llegamos a la ciudad de San Juan, un lugar para mí excesivamente caluroso. Venía con un solo compromiso, no fallarle a mis padres, más que otra cuestión interna de formación. —¿Y en la universidad cómo te fue? —Muy bien, gracias a Dios fui un buen alumno. Me sentí buen
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