QUE HICISTE CON TU VIDA - TOMO II

78 Juan Carlos Bataller que había algo en Buenos Aires, entonces la gran lucha de esa época y de esta época, es atravesar la General Paz, es que los conocimientos no sean tan desiguales, que las oportunidades no se sigan subsidiando en el gran centro, en la megalópolis. La ventaja de San Juan es que la can- tidad de trabajo no te ensordecía, no te atormentaba. — San Juan es todavía una ciudad nivel escala humana. — Nosotros vivíamos en el hospital y lo que entendías de lo que había pasado cuando venías al otro día, con el guardapolvo planchadito a hacerte el René, es que no tenía absolutamente nada que ver con lo que le pasaba al paciente. Comparábamos la información que circu- laba con los datos a los que teníamos acceso nosotros, que éramos el grupo de los renegados. Buscábamos el libro en inglés que iba a tar- dar cuatro años en llegar traducido e intentábamos que algunos vinie- ran... Desgraciadamente ocurre como en el tenis, cuando uno quiere organizar un torneo en San Juan viene Gaudio, que es gracioso, pero ya no juega en serio… Nunca llegan los primeros. — Pero Buenos Aires es Buenos Aires… De cualquier forma, desde fines del 80 se registraron muchos cambios que han operado en la vida humana y en la medicina en especial. Ya un médico solo, aten- diendo en el living de su casa como era antes, es casi un imposible. — Sí es un imposible, pero si vos no entendes la historia, la historia personal, familiar, no vas a entender nunca. Hacen falta las dos cosas, creo. Hace falta el médico que se pueda sentar en el living de tu casa pero también la era de la imagen, de imaginar lo que pasa dentro de la persona, a sacar la foto de lo que pasa. — Te sigo en Facebook y cuando salís de vacaciones, veo que no ele- gís lugares a los que va el común de la gente. — El lugar de los turistas es un lugar que ya no existe. Es mejor ir al lugar real, ir a comer algo donde comen en esa ciudad, no a un lugar lleno de turistas que van no disfrutar del lugar sino a sacarse la selfie para demostrar que estuvieron ahí, aunque sea tres minutos. Un fotó- grafo español estuvo 20 minutos al lado de La Gioconda y descubrió que nadie la mira, que la gente le da la espalda, se saca la foto, des- pués se fija como salió y sale huyendo. A mí siempre me gustaron los lugares donde, sin salirme muchos kilómetros, no hay turistas.

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