QUE HICISTE CON TU VIDA - TOMO II
14 Juan Carlos Bataller les pasó lo mismo. Es como que quedaron ahí, embalsamados, esos lu- gares. —A todos les pregunto qué recuerdos tienen de la primaria porque para los chicos es común hoy exigir aire acondicionado en las escue- las, que venga la movilidad a buscarlos... — Íbamos caminando, salír a la mañana era un suplicio. No sé si ahora o me ha cambiado el organismo o han cambiado los tiempos pero los fríos que he sentido en aquellas época no los he sentido nunca más. Todos andábamos con las manos como llagadas, los la- bios, las orejas coloradas, unos fríos criminales y no había tecnología, no había como comunicarse con el celular. — ¿Cómo sobrevivimos? — Eran otras épocas. Hoy hablo con mis hijos y pienso que no es buena la época que les ha tocado a ellos más allá de todas las ventajas que tienen. Hay una saturación de cosas, están demasiado bombarde- ados, demasiado estimulados, demasiado conectados entre comillas, porque no sacan las cabezas de los celulares y nos pasa hasta los adul- tos -reconozco y asumo- estamos embrutecidos en una cosa que nos conecta con todos pero a la vez nos desconecta con todos también. — ¿Dónde cursaste la secundaria? — La hice en la Escuela Normal Sarmiento, donde mi madre era tam- bién maestra jardinera. Ese era en uno de sus trabajos. Ahí no estaba acomodado porque ya había saltado, pero sí el hijo de la señorita Elsa. Éramos muy pocos varones en esa época, tres varones y cuarenta mu- jeres. — Y un día te fuiste a estudiar afuera... — Claro cuando termino la secundaria me voy a Rio IV. Mis padres hacen un esfuerzo porque irse estudiar afuera no era fácil. De todas forma la vida de estudiante de aquel entonces tampoco es de la que es ahora. El otro día cuando fui a la facultad me dice un profesor “¿te acordás la playa de estacionamiento que teníamos nosotros? Bueno ahora tienen los autos los alumnos y nosotros dejamos las bicicletas al fondo. Todo ha cambiado, los chicos tienen sus departamentos, tienen auto, tienen aire acondicionado, microonda. En aquella época yo he
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