QUE HICISTE CON TU VIDA - TOMO I
138 Juan Carlos Bataller ller, mal, abría y ese día vendía. Mínimo me pasó tres veces. Ahí de- cidí meterme con más fe, con más ganas. Vendía, podía estirar un poco más y empezaron a venir los premios y me di cuenta que ese era el camino porque los premios eran buenos. —Buenos pero limitados… —Es así. En un año gané todos los premios más importantes de Ar- gentina pero ya no tenía trabajo para el otro año y yo decía “¿a dónde mando?”. Eran 7 y gané 6 ponele. Ya me conocían todos, me llegaban invitaciones a mi casa para que me presentara pero hasta ese mo- mento ninguna galería de arte me había visto o se había acercado. Eso me ponía bajón porque es como que se había cerrado un poco la histo- ria. —¿Y qué hiciste? —Un día entramos con otro artista, Eduardo Esquivel, a un salón que se hacía en el Paláis de Glace y al que mandaban sus obras mil artis- tas. El jurado era muy selectivo, elegía 80 nada más. Con esos traba- jos abrían el salón y entre ellos daban los premios. Cuando llegamos al salón estaba el director que nos ubicaba como los sanjuaninos y nos dijo: “han venido dos directores importantes de galerías, uno es Gu- tiérrez Zaldívar y el otro Miguel Kehayoglu de la galería Praxis. Les interesaron las pinturas”. Galería Praxis era la número uno porque era internacional, tenía galerías en Perú, en Miami, en Nueva York, en México, iba a las ferias internacionales de Londres. Donde Miguel tenía todas las fuerzas era en Estados Unidos. Con Eduardo dijimos “Praxis”. Concertamos una reunión y fuimos el sábado en la mañana. Eduardo, más precavido, llevo una carpeta con fotos de sus últimas obras. El hombre no se acordaba de las pinturas, no se acordaba de nada. Cuando vio las obras de Eduardo dijo “estas sí”. Me miraba a mí y después no me miro más, lo miraba a Eduardo y yo estaba ahí como un vecino más. —¿Y qué pasó? —Estaba fuera de la conversación de ellos dos y pensé “esto es un tren de la vida, no puedo dejarlo pasar”. Lo que yo tenía era un catá- logo de un concurso pero con unas fotitos chiquitas. Entonces cuando el galerista le pide obras al otro pintor para llevarlas y ya se estaba por
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