QUE HICISTE CON TU VIDA - TOMO I
132 Juan Carlos Bataller del día del dentista, día del ahorro o lo que fuera, me regalaban tizas de colores y yo hacía mis primeras obras. Era el dibujante. —Lindo oficio para un niño… —Todos me señalaban pero pasaron cosas que fueron determinantes en mi vida. A mi madre las mismas maestras le decían “este chico tiene condiciones, debería llevarlo a algún lugar”. Yo no sabía lo que era un estudio de arte, no sabía nada. Lo mío era muy intuitivo, lo máximo que me llegaba era un Patoruzú, un Tarzán. Yo veía las líneas del dibujo, la fuerza, todo eso me llamaba la atención, lo copiaba y hacía mis propios personajes. —¿En esa etapa que te gustaba más el dibujo o la pintura? —En esa época miraba la línea, podría ser el dibujo. Me empezaba a dar cuenta de las luces y las sombras, miraba cómo la línea gruesa le daba fuerza al dibujo. En séptimo grado apareció un chico con una cartulina con colores re fuertes. Me llamó la atención porque dibujaba la pirámide y algunos objetos de los Mayas con unos colores tremen- dos. Me acuerdo que me hice amigo de él y me invitó a su casa. Yo quería saber cuál era el secreto, me llamó la atención la fuerza del color. —¿Lo descubriste? —El secreto era que cuando se ponía a dibujar mojaba la punta del lápiz color con la saliva. Ahí estaba el secreto. Mirá la tontera, pero me llamó la atención el color. Eso me tenía inquieto. —¿Hiciste la secundaria en Rawson? —La hice en el colegio Monseñor Pablo Cabrera, en la ciudad y en se- gundo hice mi primera muestra en el colegio, con 14 o 15 años. —Habías dejado de ser el rarito para ser el artista. —Entre otras cosas pintaba, dibujaba. En esa época yo lo miraba mucho al maestro Paredes. En el diario veía que tenía muestras en Casa España y le pedía a mi madre que me llevara. Me gustaba la fuerza que tenían sus acuarelas, el dibujo, era lo que yo tenía a mano para mirar y alguna vez hablé con él y me llamó mucho la atención.
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