La Pericana

construían a una empresa mayor. Yo iba todos los meses a cobrar la certificación de lo que se había producido. Así, conocí al dueño de esa empresa constructora y un día me ofreció si quería trabajar con él como jefe de personal. Yo estaba muy comprometido con esta empresa que me había dado una mano, pero me doblaban el sueldo. No tuve dudas y me fui. Y esa empresa constructora le construía a un señor que se llamaba Mariano Moreno, que todavía vive. Con él trabajé catorce años. —A todo esto, recién me decías que antes de ir a España te casaste por se- gunda vez. —Sí, y tuve una hija aquí (España), que es arquitecta. Y hace quince años me casé de nuevo, cuando llevaba solo doce años. Conocí a una persona que era clienta del restaurante donde yo regen- taba y me casé con 60 años con Omaria Valencia. —Es la última… —Sí, ya no tengo oportunidad. (rie) El mundo del fútbol —De pronto entraste en el mundo del fútbol. —Sí, porque soy amigo de Jorge Valdano y después, gracias a un enlace mío, Me- notti dirigió el Atlético de Madrid. —¿Cómo fue eso? —Jorge llegó con 19 años y yo ya estaba aquí. Después, en el Atlético había ga- dante del ayudante de decoración de una película. Yo no tenía trabajo, ya me estaba poniendo nervioso y en la productora de cine me consiguieron eso. Trabajé una se- mana y después conocí en la calle, por casualidad, a un argentino. Era un chaval joven y su madre era de Córdoba. A Es- paña ya estaba viniendo gente a trabajar o por problemas políticos y acá te abrían los brazos. Y fui a almorzar a la casa de esta familia, en el Barrio del Pilar. La novia de este chico trabajaba en el Servicio Na- cional de Colocación, que ahora se lla- maba Oficina de Empleo. Ellos me preguntaron qué era yo y si estaba bus- cando trabajo. Yo les dije: “contable”. A los tres días tuve una entrevista en una em- presa constructora. Mentí en todo y me dieron el trabajo. Entré de contable. En esa empresa trabajé más de dos años. —Ahí te conocí y descubrí una persona muy especial. No sé cuántos embaja- dores, cónsules o diplomáticos pasa- ron por España representando Argentina, pero la referencia para los sanjuaninos era Raúl Riveros. Era una cuestión vocacional la tuya. —Sí, porque me gustaba, me gustaba traer de allá (Argentina) y me sigue gus- tando. Lo que pasa es que yo ya no era ni de allá ni de acá (España), el inmigrante es eso. Con el primer viaje ya se rompe el vínculo del arraigo, pero he mantenido todos los amigos que he podido. Y siem- pre que voy como asados con ellos. —Siempre sos local —Siempre soy local. —Entonces, empezaste con la empresa constructora y estuviste dos años. —Ahí hacían estructuras de hormigón y le por General Paz pasando Avenida Rioja, me paró un Jeep del Ejército. Mi exmujer, Cristina López, no llevaba el documento. Como su casa era cerca, fuimos a bus- carlo. Sacaron a su padre y a su hermana casi en paños menores de la casa. Yo pro- testé y me pegaron un cachetazo. En eso un soldado le dijo al cabo: “él es hermano del soldado Riveros, que está en nuestra compañía”. Ahí terminó todo, pero eso me dejó muy mal. —¿Estás hablando de 1976? —Sí, 1976. Uno de los socios que tenía- mos era Rodolfo Terragno, hablé con él y me dijo: “Mire, Raúl, esto se va a poner muy feo”. —Rodolfo se tuvo que ir, a Venezuela. —Claro, y yo me vine a España porque don Jorge Estornell le dio una recomenda- ción a mi exmujer para un productor de cine y nos vinimos para acá. Me traje dos corresponsalías que nunca me pagaron. —¿Cómo te recibió España?, en esa época estaba saliendo del franquismo. —Franco murió en noviembre y yo llegué en mayo. Aquí todos se vestían iguales. Recién empezaba a hablarse de democra- cia, palabra que todo el mundo tenía miedo de pronunciar. Así que viví los mejo- res años de España, los de la transición. —Se conoce como la etapa del destape. —Totalmente, aquí todo era pecado. Para mí, la iglesia hizo un destrozo tremendo, ya después fue cambiando por supuesto. —Por aquellos años, en 1977, yo vine a España por Clarín y vos estabas traba- jando en una empresa constructora. —El primer trabajo que tuve fue de ayu- 15 Viernes 13 de septiembre de 2019 CON TU VIDA RAÚL RIVEROS nado las elecciones Jesús Gil; yo era amigo del secretario, Rubén Cano, y que- rían traer a Menotti, que estaba dirigiendo Boca. Y yo lo conocía a Menotti de cuando estuvo en el Barcelona. Le llamé al flaco y me dijo: “No, que me van a echar de Boca”. Le dije: “Mirá, escuchá lo que te van a decir. Dentro de dos horas te llaman”. Le hicieron una oferta y el flaco se vino para acá. Debido a esa amistad, en el futuro, él me llamó un día para de- cirme: “¿Raúl, querés llevar los temas personales de un jugador, de Fernando Redondo?, que va a ir a jugar a España”. Ahí me empecé a relacionar. —¿Llevar los temas personales es ser representante? —No. Es aportarle toda la estructura y lo- gística para que el tipo no tenga que hacer nada. Cuando el Madrid lo vendió al Milán yo me fui a vivir con él. Aguanté tres meses en Italia. —Yo estuve en España en la época de Valdano, cuando era jugador. No solo era un jugador importante, sino que salía a la calle y las chicas se volvían locas. —Sí. —¿Cómo es ese mundo del fútbol? —Los jugadores que son profesionales tienen un entorno pequeño. Ahora son más mediáticos, pero en esa época no era así. Se cuidaban en todo. —Todavía no estaba esta liga, que hoy es la más importante del mundo. —Y recién estaban apareciendo los teléfo- nos móviles. Y como el Madrid siempre da un acompañante para que viaje con el equipo, yo siempre viajaba con Fernando, a todos lados. Me harté de ver fútbol. De padre a madre —Luego de la época de esta gente, de Valdano, de Redondo, ¿te desvincu- laste del mundo del fútbol? —Sí, pero los conozco a todos y siempre me llaman. Pasó que me dediqué a la ho- telería, que te absorbe muchísimo. —¿Cómo fue eso? —Cuando trabajaba con don Mariano Mo- reno me quise independizar y me puse un restaurante, cerca del Museo del Prado, que se llamaba Giuseppe Archimboldo. Después mi vida cambió porque me divor- cié por segunda vez y tenía una hija de 8 años. Como nos llevábamos bien, mi ex- señora le preguntó a la niña con quién quería vivir. Y la niña dijo que quería vivir conmigo. Pasé de padre a madre, hasta los 27 años que vivió conmigo. —¿Cómo te las ingeniabas para viajar? —La llevaba al colegio en la mañana, me iba al restaurante, la retiraba, y después todo fue encajando. —De pronto aparece este proyecto de los restaurantes De María, que es una cadena importante. —Son once restaurantes. Empezó de la nada. Los sábados yo iba a comer a un lugar que se llama El Gaucho; me atendía un señor que se llama Guillermo Rodrí- guez Fernández y en la caja había una señora, María José Madcor. Comía ahí, con mi hija, los días sábados. Yo me to- maba los sábados de franco y los domin- gos en la noche. Un día este hombre desapareció. Otro día, después de un partido, cuando Jorge (Valdano) se hizo Pasa a página siguiente s s cargo del Real Madrid, yo estaba en la cancha. Desde atrás de un alambrado me llamaba una persona. Era Guillermo, para darme una tarjeta de su restaurante que había inaugurado: De María. —¿Por qué se llamó así? —Porque la señora de Guillermo se llama María. Después empezamos una amistad. Yo vendí el restaurante e iniciamos un compromiso. Trabajé dos años con Alfredo Bataller, tu hermano, temas inmobiliarios, y después empezamos con Guillermo a armar la cadena. Y llevo 22 años de ge- rente. —¿Cómo es la vida de un inmigrante?, que a lo mejor tiene dos patrias pero también está separado de las dos. —Es según como te toque mentalmente. Hay gente que viene a estar con un pie aquí y otro allá, a esos les suele ir mal. Si vos venís a apostar, podés tener éxito. Yo no puedo decir nada de España y de los españoles menos. Hay que comprender la sociedad y uno se integra. Ni aquello es peor ni esto es mejor, es otra forma y te vas acostumbrando. —¿Qué pasa cuando venís a San Juan? Me imagino que con toda la gente no te queda un día libre. —Me pasó el año pasado, que tuvimos que pedir medio día para nosotros. Te agobian de asados. —Cuando uno entra a De María hay una gran cantidad de fotografías de gente famosa. —Sí, han venido varios y siguen viniendo. —Y no solo futbolistas. —No, muchos actores, de Estados Uni- dos, políticos. —¿Cómo es el contacto con ellos? —Nosotros nos manejamos con el boca a boca, no hacemos publicidad. Después hay un restaurante, que es el primero que se inauguró hace veinticinco años, donde van siempre los jugadores después de los partidos. Cuando fui la primera vez, a la semana llevé la plantilla del Real Madrid y ahí empezó todo. Hubo un presidente que se llamó Lorenzo Sanz que iba a comer dos o tres veces a la semana. El actual presidente también va. —El Madrid para nosotros es el Real, tiene poco jugadores argentinos, pero el Atlético tiene a Simeone. —Que es Dios, lleva ocho años. Es el en- trenador que más gana en Europa. —Debe haber hecho mucho dinero. —Bien, el Cholo bien. Tiene un gran equipo que lo acompaña y aquí lo quieren porque la hinchada lo adora. —Él fue jugador del Atlético. —Claro, la hinchada se acuerda siempre de él. —Al Atlético se lo asoció siempre a Jesús Gil. —Sí. —¿Lo conociste? —Mucho, porque tuve que relacionarme con él un año después de que se fue Me- notti. Yo me encargaba de cobrarle a ellos que le debían a Menotti. —¿Cómo hizo España para hacer esta liga tan famosa y competitiva? —Fichando grandes jugadores. —Pero lo primero debe haber sido sacar la violencia del fútbol. —Ah sí. Según lo que dice la prensa, el 35% de las personas que van son muje- res. Hagamos de cuenta que juega el Atlé- tico de Madrid y el Real Madrid, que son los oponentes. Tú eres del Atlético y al lado puedes tener a alguien del Real Ma- drid. Aquí no se venden las entradas sepa- radas. Sí, quizás, hay una peña muy grande que compra las entradas en ese sector. —¿Hicieron algo en particular para erradicar la violencia o es parte de la cultura de un pueblo? —Fue cambiando parte de la cultura. 14 l “En San Juan me paró un jeep del Ejército. Mi exmujer, Cristina López, no llevaba el documento. Como su casa era cerca, fuimos a buscarlo. Sacaron a su padre y a su hermana casi en paños menores de la casa. Yo protesté y me pegaron un cachetazo. Eso me dejó muy mal y decidí venirme a España”. Viene de página anterior Nuestro embajador sanjuanino... l Se casó tres veces y tuvo tres hijas. Su actual esposa es Omaria Valencia, artista plástica y entre los dos reúnen una docena de nietos. Raúl en sus años de operador en Radio Colón Con Omaria en uno de sus viajes a Colombia El día de su casaminento con Omaria Valenzuela De izquierda a derecha: sus hijas Daniela Rive- ros Olivares y Jimena Riveros Olivares. Sus nie- tos Guadalupe, Martín y Julia.

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