La Pericana

cargado del depósito de la perfumería. —¿Cómo fue el salto a Radio Colón, una radio que era la número uno del interior del país?. —Con 23 o 24 años yo era gerente del Club San Martín y ahí me contactaron con Bustelo Graffigna. Después, crea- mos una empresa comercial con Bus- telo, Rony Vargas, Mario Pereyra y Hugo Rodríguez, y pusimos una casa de venta de discos. —A todo esto, ¿qué era de tu vida? Me imagino que no era todo trabajo. —Me casé y tuve dos hijas en San Juan, que son odontólogas. Una es dentista en un hospital en Valle Fértil y la otra tiene una clínica. Después me divorcié y me vine a España, el 19 de mayo del año 1976. —Antes vamos a repasar un poco más de la niñez. Me imagino que con un padre que se sacó la lotería, ha- brás sido un niño rico. —Nunca. Él contrató un chofer y él tra- bajaba. Yo seguía con lo mío. Después él se fundió, nunca supe por qué y siempre siguió trabajando. —¿Nunca fuiste niño rico? —No, nunca. Me acuerdo que el her- mano de mi padre era capataz general de una finca de Estornell Gugliotto en un lugar que se llamaba Valle Grande, pasando Puchuzún. Y tenían campos donde plantaban álamos y criaban ove- jas para la lana. Mi tío me propuso si yo quería trabajar en el almacén para los obreros y me quedé dos años ahí. Fue- ron los mejores años. Aprendí a andar a caballo. —¿Estamos hablando de Calin- gasta? —Claro, antes de llegar a las ruinas, donde había unas minas de plomo, no recuerdo el nombre. Viernes 13 de septiembre de 2019 Pasa a página siguiente s —Castaño Viejo. —Claro, y ahí la zona se llamaba Valle Grande. —Estamos hablando de la cordillera. —Claro, de la precordillera y la entrada a la cordillera. Me quedé dos años ahí. Fueron los dos mejores años de mi vida. —Un tipo que vivió en la ciudad de San Juan y en Madrid, pero vivió sus mejores años perdido solo en la cor- dillera, no me mientas. —No, era por la edad que tenía. Aprendí muchas cosas del campo. Ahí tenían 30 mil ovejas, era un espectáculo cuando bajaban por la cordillera. Yo tenía 17 años. Me acuerdo que a las 12 de la noche se paraba el motor de la estancia y se escuchaba el ruido del río. El alma- cén abría a las 10. En esa época, cada señora de los peones, la mayoría eran chilenos, tenía una libretita y yo les ano- taba la compra. Les suministraba lo del almacén. —¿Por qué decidiste irte a España?, ¿o dejar San Juan? No sé cuál de las dos cosas fue. —Fue a raíz de una situación que suce- dió una noche, cuando salí de la radio. Iba con la que era mi segunda señora y, Cómo lo vi ENTREVISTAS Y ALGO MAS... orría 1987 y España vivía sus primeras elecciones tras la muerte del dictador Francisco Franco. Para mí, entonces un joven secretario de Redacción de Clarín, era una experiencia muy atractiva estar en Madrid en aquellos días. Ese fue mi primer contacto directo con Raúl Riveros, sanjuanino, ex operador de estudio de una mística Radio Colón plagada de grandes figuras, que poco tiempo antes había decidido radicarse en España. Por aquellos años Raúl trabajaba en una empresa constructora y nos ofreció al grupo de periodistas instalar nuestro cuartel de trabajo en ese edificio. No era una propuesta espasmódica. Han pasado ya más de cuatro décadas e invariablemente cada vez que un sanjuanino volvía de España hacía mención a la generosidad de Riveros, transformado ya en una especie de embajador ad honorem de San Juan. En ese tiempo, Raúl manejó gran parte de los intereses de estrellas del futbol como Fer- nando Redondo, tuvo su coqueto restaurante llamado Archimboldo, incursionó en distin- tos proyectos y finalmente, desde hace más de una década, está al frente de la cadena de restaurantes De María. Pero independientemente de lo que haga, siempre estará conectado con San Juan y con Argentina y siempre será nuestro amigo –el amigo de todos los sanjuaninos- en Madrid. JCB C 13 Esta es la familia de Raúl Riveros. Aparece junto a sus padres y parientes en su casa de La Bebida Un momento de la entrevista en su casa de Madrid Raúl y su esposa en la muralla china

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